En el cine, el guionista suele tener la misma importancia que la del tóner con la que imprime el guion: o sea, ninguna. Si se fijan, las películas siempre son ‘de’ (preposición que denota posesión) y ‘el nombre del director o directora’. O sea que, según la industria, las películas son de quién las dirige.
Y yo me pregunto. ¿Qué sería del cine sin los guionistas? ¿Un montón de planos bonitos sin ton ni son? ¿Unos actores mirando al vacío y silbando?
De anécdotas de guionistas invisibles tengo unas cuantas: un colega estrenaba su película en un festival. Nadie le invitó y al final tuvo que comprar una entrada para ver su propia película. A una amiga la nominaron a mejor guion y no la invitaron a la gala, etc.
Se cree que los guionistas somos seres de escritorio, que nos dan pereza los estrenos y las alfombras rojas pero no se engañen, a todo el mundo le gusta que le reconozcan el trabajo. Y el conformismo no casa con la esencia de nuestro oficio. ¿Para qué escribimos si no es para intentar cambiar un poquito el mundo?
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